jueves, 7 de marzo de 2013

SIMPLEMENTE YO


     ¡Qué susto me he llevado esta mañana! Cuando he entrado al cuarto de baño, he visto a una persona que no conocía de nada. Pensé que alguien había entrado a robar aunque, de mi cuarto de aseo, lo más caro que se pueden llevar es el frasco de colonia “Gotas frescas del Instituto Español”, que debe costar por lo menos ocho euros. Ni siquiera tengo un mísero secador de pelo. ¿Para qué? Mis rizos rebeldes se encrespan al contacto con el aire, así que hace mucho tiempo que he optado por no luchar contra ellos. Si no puedes con el enemigo, únete a él; al menos eso es lo que dicen.
     La señora que se encontraba al otro lado de la puerta me ha mirado con ojos soñolientos y cara de haber dormido muy poco la noche anterior. Sus ojeras, de un intenso azul morado, le llegaban casi hasta los pómulos, y en la cabeza lucía una maraña color caoba que pretendía ser su cabello.
     He tardado un tiempo en darme cuenta de que aquella desconocida era mi propio reflejo en el espejo y, entonces, me he parado a observarme detenidamente.
     Mi lustrosa y espesa cabellera de antaño se reduce a la mitad de su volumen, está reseca y tiene las puntas abiertas. (Nota mental: pedir hora en la peluquería).
     Tengo la piel apagada y llena de arrugas, y el motivo de mis ojeras es que el niño ha pasado la noche con fiebre; amén de los ronquidos de mi señor esposo, que no me han dejado pegar ojo los escasos momentos que he conseguido meterme entre las sábanas.
     Estoy más gorda que cuando me casé. Pero mucho más gorda. Y tengo las tetas caídas como consecuencia de dos embarazos y dos periodos de lactancia en los que, mis pequeños chupasangre, se dedicaron a exprimir mi antaño maravilloso busto.
     Tras unos instantes de reflexión, y después de asumir todos estos cambios, he llegado a la conclusión de que me gusta lo que veo.
     Si no he dormido en toda la noche es porque he tenido a mi lado a alguien para molestarme, porque no he pasado la noche sola. Mis arrugas se deben a tantos momentos de risa pasados con mis compañeros y mi familia, y la grasa adicional es porque tengo comida en la mesa a diario. La caída de mi pecho es el resultado de tener dos maravillosos diablillos a los que adoro. Y mi pelo… bueno, ¡siempre existen las extensiones!
     Soy como soy. Mientras yo misma me acepte, la gente que me importa también lo hará, porque seré capaz de transmitirles felicidad, y entonces no verán a una mujer gorda y vieja, sino a un espíritu joven y alegre. Es lo que hay…

Violeta Lago